El viento
de la sabana burla las faldas,
su hálito
yerto se tamiza.
En la
hora de los diques
ríos humanos
confluyen en vértigo,
ocasos en
desbandada
es ganancia
de transportadores,
cuerpos
infestados de sal
sin
cantos de pez en las redes,
vaivén de
hastío sobre un mar de asfalto
una hora o
quizás tres.
La tarde
bosteza, eriza su piel naranja
transeúnte
en casa
camina
tranquila al desplegar las sombras.
Mi
cuerpo, atrapado en nieve
se siente
óbice,
grita
cambia su
membrana de matiz…
¡Sí!
él tiene
el don de rescatarme
de mi
mirada asombrada,
su
sonrisa
diluye
las tinieblas,
demasiado
cerca para que mis palabras
anuden en
la hora última
la
polifonía de su voz.