miércoles, 8 de febrero de 2017

Después de la hora nona





El viento de la sabana burla las faldas,
su hálito yerto se tamiza.

En la hora de los diques
ríos humanos confluyen en vértigo,
ocasos en desbandada
es ganancia de transportadores,
cuerpos infestados de sal
sin cantos de pez en las redes,
vaivén de hastío sobre un mar de asfalto
una hora o quizás tres.

La tarde bosteza, eriza su piel naranja
transeúnte en casa
camina tranquila al desplegar las sombras.

Mi cuerpo, atrapado en nieve
se siente óbice,
grita
cambia su membrana de matiz…

¡Sí!
él tiene el don de rescatarme
de mi mirada asombrada,
su sonrisa
diluye las tinieblas,   
demasiado cerca para que mis palabras
anuden en la hora última
la polifonía de su voz.