y son tus
manos, arados
abren la
tierra en busca del agua,
fértil
tierra, cálida tierra, aromática tierra
próvida
para las tuyas que reiteran sus perfiles,
surcos
naturales de norte a sur,del este al oeste,
y tu
rostro, coktail de frutas para la boca sedienta,
cosecha
de primavera para el paladar de invierno,
uvas y
moras, sandías y tamarindos
y el
acuoso azucarado
de los
cuencos que me miran.
¡Ah! … y
es esa boca, un libro sin concluir,
cónclave
secreto donde las lenguas difieren,
se
decanta el dolor con la dejación de las penas,
húmedas
las palabras, hilan en el silencio
y en
trampolines acústicos, se balancean en el oído.
El torso,
costado de la luna que abrevia los caminos,
territorio
hostil para la indiferencia al deseo,
y en la
inocente necesidad de ser felices
se anega
de labios, se encarnece de besos
y la piel
avara, agita sus bocas.
Hay
caminos que llevan al íntimo de la armonía
y son tus
piernas, escaleras firmes de aquel templo,
desnudas
de frío, infiltradas de vida,
se
tapizan de grana, pulverizan las
sombras,
luces se
encienden entre las costillas
y
mariposas aladas en metamorfosis de asombro
revolotean
ciegas, alertando la mente.
Campanas
de gloria al ascender a los cielos,
tirita la
entraña y se alegra el espíritu,
corceles
de fuego apuran el paso
y en
tierra sagrada, su galopar es rebelde
buscan
las sendas, los umbrales de luz,
aciertan
oasis, los valles secretos
y se alzan
en vuelo, en unísono canto.
Firmamentos
de espejos recogen los rostros
de ídolos
de barro a dioses humanos,
hermosura
de lo simple, de la noche, madrugadas
y ebrios
de certezas, nos conmueve la vida.