La noche lacónica y en vigilia las horas
sábanas fruncidas y exaltados los huesos,
atisbaba ya el alba
con su mirada yerta,
el espíritu indómito
y en orfandad, el afecto.
Dime cielo, bajo tu capa de hulla:
¿La desnudez de mi alma
desnuda prosigue
y mi carne se ultraja
ante la pupila ciega?
Ociosas mis manos
temblorosas reman
-pavesas de fuego
mi piel se remite-
naufragan pacíficas
en el jardín hendido
donde bebía tu espíritu
en la calidez del verso.
Perdido el oasis, bravía la pena
el verano de tu espalda
se asienta en mi lomo,
no es mío ya el aura
de tu mirar consternado
y los fanales ausentes
no alumbran
ni son guías.
Desde tu fulgor de océanos
capotados y alegres
no se izan las bengalas
con el acento que espero,
arropo de ausencia esta imagen femínea
y libre de sandalias
mis huellas se pierden.