domingo, 11 de septiembre de 2016

Prosa en desacato





Las diez de esta noche dominguera. 

Como la bruma nocturna, el silencio se expande entre las calles,  las risas y la algarabía de las cuadras aledañas fueron apocando sus acordes, apenas, el ladrar de los perros ahuyenta los vecinos, sombras que surcan las aceras, en la búsqueda de sus propios nichos, moradas que albergan sus disímiles universos.

Del color de mis ojos y de mi cabello, esta noche es tan profunda como mis pensamientos, camina en solitario atravesando la ausencia del día, y yo, sigo sus pasos desde mis horas, camino impávida sobre cada uno de sus instantes, empoderando mi espíritu con la suavidad de la brisa.

Me acomodo…  ¡Este tiempo es mío!,  ¡El espacio es mío!,  el frío reconoce mi piel y se ufana de calzar la desnudez de mis talones, las medias noches saben de mi nostalgia, escinde mi pensamiento y deja libre a las palabras, las mismas que fueron secuestradas por la mujer que de día, se entrega toda, la que se da a borbollones, la que se disemina como el agua entre los huertos, abasteciendo de sustantivos las lindes de su familia.

En este plano y en estas  horas, me desnudo de todos los adjetivos con los cuales me reconocen afuera de mi carne;  detrás de estos huesos y de esta piel, está ella, la que es hija y la que es madre, la que es hermana, la que es enfermera, maestra, sicóloga, trabajadora, la dama de hierro, inmunizada a la fatiga, al dolor y las lágrimas.

Amo este rincón de cosas viejas.  Vieja lámpara que pende como un gato en el centro del silencio, viejo anaquel que custodia mis libros y viejos cuadernos con versos de juventud y de infancia, viejo el mesón que copila un florero, escuadras, lápices y colores, y también, el vibrato de las voces ausentes, de trasegar de platos y cubiertos.

Hay mucha empatía entre la afonía del día y el tañer de mi corazón.  Ante tanta insistencia, mi espíritu aligera su carga de emociones, búcaros de sentimientos apretados entre mis brazos, se descargan sobre renglones impolutos, ellos son los algodones que beben mis quejas, se exaltan ante triunfos y  me sostienen en fracasos, recogen con mística, el dolor de mis desencantos y maquillan mis párpados, del color de primaveras, cuando el gris de mis soledades saludan el ocaso.


Esta hora que se rinde ante mis ojos, permite que me apropie de su estado de ánimo, redime el desamor que se vierte sobre mis hombros y unge de metáforas, cada verso, cada poema que exulta de colores sus letras.



viernes, 9 de septiembre de 2016

Otra noche, otro poema



En duermevela 
me abandono, 
en cada instante y a cada silencio 
le hago el amor,

me entrego callada a sus sueños de otoño
y vibro en su voz al  transgredir  la distancia,
me abandono en la nada
donde no existe mi nombre,
el pudor al reproche
exilia la luna,
y yo soy el ahora
en el tinglado de ausencias,
escindo mis sombras en su boca inédita
y siento que me mira
con el brillo que otorga
mi propia mirada,
agotar las reservas
de amor y de ansias,
extraordinario silencio
entre su sombra y la mía,
orgasmos de música
exilia los dobles
y queda la noche herida de muerte,
inmune a los rostros
atardezco en su imagen
y es su centro,  mi centro,
efluvio de lenguas,
espantar de los miedos,
se suman colores
y se resta los grises,
repasar de riberas
en las manos rotas,
el frío es obtuso 
y vuelan poemas.  



lunes, 5 de septiembre de 2016

Septiembre de vuelo




La mirada se refugia en las cuencas de la templanza
y la palabra  
introspectiva
concilia con las memorias,
me torno
lienzo para el otoño,
matices ocres me envuelven
sombras
plisados
moralejas que apostilla el tiempo.

Septiembre indemne de ausencias
cede su pecho de flores y nidos,
enciende luces  
abduce silencios
omite lo ajeno,
canta un ave sobre los hombros,
la vida aguarda
roca abierta
para esculpirla.