En la arbitrariedad de las horas...
Estos huesos
de mujer de enero
se sacuden,
ciprés en ventarrón de agosto,
ráfagas
las manos y las bocas,
cimbran, azoran
la suave corteza que los envuelve.
Madreselvas por las paredes
los labios,
podan y celan
limpian
llamando a la estación dorada,
media docena de pétalos
se tornan manojo
para los sentidos.
Se incendia el bosque en la piel,
vuelan las aves
sobre ojos atormentados.
en ríos ocultos se navega,
cruzadas en valles inhóspitos.
Deserta la magia
y dos soles
mueren en la sed de la angustia,
el barro se ha cocido,
salmuera de versos que acoge la carne
ríen las sábanas
fermentadas de vino
todo fue,
todo es
una oración sanativa
sobre las sienes
de un soneto.