Miro el
cielo…
Lo avizoro
misterioso y profundo
del matiz
de la hulla extraída de la tierra
o de mis ojos
llenos de nostalgia
cosidos a
la luna
al despuntar
fría y pálida entre las nubes.
Es la
noche, jardín de sombras y de luces
que rinde
culto a la trashumante que perturba,
intemporal
criatura que en el negrocielo
vigila, con
su bagaje de promesas a los sensibles.
La noche,
carruaje de estrellas temblorosas
pendidas en
las oquedades que no coagulan lágrimas,
innato anhelo
bajo los párpados
en
duermevela que espera,
dualismo
del sentir humano
entregado
a la equidistante luna.
Miro el
cielo…
Gazas danzantes
sobre el sombrío espacio
ondulan sus
guiños de cortesana,
me se viva
bajo la reminiscencia de su luz
y la
memoria revela en el fragor de la duda
una vida extinta
cancerbera
fiel aterida a mi alma.