La noche hace
arrugas en los ojos,
horas que
estrangulan el vacío de las sombras
y la
espera
hilvana
vejámenes en la ceguedad del alma.
Estos
lapsos de tiempo tan desnudos en los labios
filtran oraciones
y por las
comisuras de las lágrimas
otean
acurrucados
al borde mismo del destino,
sin
pestañear voces que lubriquen las angustias
sin que suceda
sin que se reclame la vacante de sus círculos
en la
acústica tibia de los brazos otoñales...
Ya comienza
la otra orilla de la noche,
los sonidos
cavan agujeros
invernan
subrepticio
anhelo de risas y promesas
escritas.
Debajo de
mi nombre no hay paz,
de nada
sirve
enarbolar
los pañuelos de mi fe,
de nada
sirve
investir sus
carnes con la sangre del amor
y
esconder bajo los párpados
la lluvia
y el ocaso...,
mi sombra
se hace añicos
entre la cornisa
y el viento
y entumece
los silencios
en sus
ansias de libertad.