Las miradas reconocen mis orillas
hacen de
mí, un puente de afectos,
las
sombras que se acercan
cualifican mis relojes que marchan sin descanso,
estrellas
rutilantes, por el lado Este
añoran decantar
sus dulces soles
en mis
piedras y arrecifes,
refractan la sonrisa de una tierra sana
y transbordarán a mi carne
la
fastuosa savia de otras aguas fértiles.
Del
oeste, del lado del tic tac,
pechos balbucientes
de rencores,
enjambre
de grises perturban en lo alto
los
gallardetes que citan perdones al olvido,
marcos rotos
se encuadran en sus caras
distorsionan
la alegría,
arterias
tumefactas de tristeza
ungen mi
corteza con veranos proscritos
y mi
carne se hiende
ante la
negación de la primavera,
no una,
ni dos, ni tres, incluso
en la
vigésima estación de la pregunta.
Del
norte, aún soplan vientos
llegan perfumados de nostalgias,
trozos de
oraciones se escudan
en la sacra desnudez de la palabra,
arriban
sin ojos, sin lengua y sin piel
los
huesos son latidos que se ciñen en mi frente
y mil
perdones llueven en mis labios
entre las
sombras y el estío
entre las
notas, el verbo y yo.
A mi Sur, un cosmos infinito,
inmutable
como el corazón de lo más lejano
se acercan
sin alas y sin banderas
y en la
rivera de los sueños
alcanzan
las plantas de mi hambre,
vinotinto
que sosiega la garganta de la ausencia
perforando
la última imagen de sus nombres
en un
mapamundi de fechas y de risas,
burbujean
sus ojos en un caldo de recuerdos
de mis
equidistantes horas,
cabalgan
sobre mis lomos
empuñando
pañuelos negros
de
soledades.
Oeste,
Este
Norte y Sur,
mi
universo se comprime
en una
lágrima y una sonrisa en una tarde de otoño.
------------Fotografía de la Artista Plática Zamara Arias Rodríguez
Barranquilla -Colombia