He colgado letras blancas
letras oscuras
y letras negras
en los cabellos glaucos de los cipreses,
en las hojas ambarinas
de cuadernos viejos
-anaqueles custodios de las evocaciones-
y en los breviarios ajados
de las madres que oran.
Letras dulces
tienden en los rincones,
en la buhardilla mustia del hogar sencillo,
en la ausencia de pasos
de risas, de quejas,
de esos pies cansados
al arrastrar las décadas.
Flamean airosas, letras plateadas
y letras rosa
en las mejillas de los imberbe,
grafías titilan al calor del ruego
y divas eufóricas
al compás del viento.
He colgado letras que acarician solas
besan intenso
y son
calígines,
círculos de brazos
cencerros vivos
tañido leve entre las costillas.
Péndulas letras, sobre córneas tristes,
calimas tibias que tiemblan solas,
runas florecidas
son rosa y espina,
otoño desnudo…
el hueso
y la ausencia.
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