La lluvia
renuncia a bruñir ventanas
y el
misticismo de la madrugada
es roto
por el bullicio citadino,
pasos inconmovibles
puertas que
vociferan,
queda atrás
la
oración de la piel
y el cansancio
de unas sábanas
al copular
la noche
dos veces.
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