Impedidos
a las voces que nos emigran
los ojos
son oídos,
escenarios
de sombras y de frío
que se
fortifican
con la
mies de las distancias.
Desnudas
las sienes de tu nombre
y te
coronas con el himno de lo humano,
unges el
temblor de mis olvidos
con la magia
de la noche
y en el
verano estepario
los oasis
se multiplican,
agua
inmaculada que calma la sed
de nuestros
años.
Verte
desposeído de las insignias que te persiguen
me permite
ejercer,
se
escurren con ansias por la verticalidad de la luz
el lino tejido de heridas
y expone
a tu juicio
esta vida
confesa,
custodia
del amor para el que arriba
con un
has de amaneceres
como dote
a la dicha.
Reconocer
el fondo de la fuente con sus filos
nos
anuncia losas sueltas,
será tu
boca la que fije sus dinteles
en la
arisca travesía
y sea
el fuego de tu vientre
el crisol
donde arrodille mis pecados
y que no
haya más notas
que el
eco de tus pasos
en la
solemne capilla resguardada
de mis
miedos.
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