Ellas son:
mi círculo vicioso
la sonrisa y la ternura,
el ímpetu de mis ganas
y el dinamismo de mis pies.
Lúdica alborada de mis ojos
y de mis besos, la afición,
la capilla de mis rezos
y el sacramento de mi Fe.
Lo nevado y lo frondoso
la moraleja y la tenacidad,
el vademécum de plegarias
y la primavera en plenitud.
El cansancio de las tardes
y la vorágine de mis alegrías,
la palabra de los ancestros
y el poema de mi vejez.
La huella leal en el invierno
y la danza frenesí, con su sentir,
un tibio chal sobre los hombros
y la hurí que alumbra con pulcritud.
El silencio de mis madrugadas,
la cena cocida con amor,
mis horas en duermevela
y el agua tibia sobre mi piel.
Dos ángulos sobre mi vértice,
tañer binario en mi corazón,
la templanza de mis sentidos
y el orgullo de mi cantar.
Los acordes de una guitarra,
y vela encendida ante un Jesús,
la brisa de mis alboradas
y la inmortalidad de mi ser.
Sí, ellas son…
Dos mujeres que anudan mi espíritu,
alfa y omega
que registran su voz.
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