En  tu lira,
los vocablos se aturden
bocanada de 
¡Te amos!
diadema de disculpas que abrazan los labios
sacudiendo mariposas
revoloteo  ciego en circular prisión.
¿Qué de los cinco dedos que han mirado hacia
los cielos?
Beso cerúleo
afirma el verbo empotrado en el espíritu
y el pie desaparece en la arena 
aguas de tornasol acantilan la mirada.
Escaldo que inventa abecedarios
confusión en los idiomas 
ilegítima elegía
viste la mirada con matices de esmeralda
 y
fenecen los destellos ante la luz del mar.
   
Declamación de versos en altares extranjeros
pavesas transitorias 
oleo turbio 
híbridos que se buscan en la necesidad de la
sed
agotando savia mística
en jornadas extenuantes de extravío.
La péndola se agota
bajo los esteros 
clepsidra que determina el término del bostezo
los fanales se extinguen en ese alegre terceto
sin índices que los apaguen
desde las alturas
y en los suburbios de las costillas
tañe el campanario 
débil audición acepta sus arpegios 
acústica profana
en el estrado donde se inmolaron himnos  al amor. 
Anaqueles con lábaros personales
no alcanzan a sobresalir sobre lunas de
océanos
ni las alondras vuelan tan lejos
odiseas sin sentido
ausentes de nogales donde asir sus alas.
Loba fatigada con la cola en arrastre 
yertos los aullidos 
calor de hoguera  estimularán heridas 
encenderán los huesos otros huertos
cipreses que elevarán aleluyas
en su risa.
Insuficientes
las exhalaciones en sombras 
enfrentar 
abstractos  cristalinos que se
descuelgan
en el corredor de la paz 
destierra los impúberes 
que en rondas jugaban en nuestras pupilas.
Ahora,
las docenas de baladros cercenados de sonidos
florecen silencios 
mariposas disecadas en el vientre 
corceles a punto de extinguirse de sus trotes
llanuras incólumes ante la afrenta de la
carne.
La señal
¡Solo la señal en el cielo!
para retomar el camino de la cordillera.