domingo, 16 de junio de 2013

A mi viejo Nicolás





¡Mi viejo amado!

En estos vertimientos de tiempo
que en cada albor nos baña y nos asiste
siempre hay pausas para ti
muy tuyas
armisticios que impone el corazón
en la desaforada lucha por la existencia.

Me arropa esa sonrisa silenciosa
que en tus mejillas se eclipsaba
bajo el ala del gastado sombrero de fieltro
y tu barba
como las zarzamoras de la vieja casa,
¡ahhh... si…!
punzaban cada vez
que rozábamos sus cuerpos
al robar sus frutos bermellones,
así, herías mi mejilla
cuando a tu cansado rostro
lo pincelaba un beso.

Extraño tu voz
las historias que nos atrapaban de niños
sentados junto a la hornilla
al calor de los mimos
de mi madre, si, de tu María
la reina de la morada de la ladera...,
extraño tantas cosas
tu mano firme en mis erratas
y un índice que detenía
mis cristales tibios.

Hoy
son otros calendarios y otros ámbitos
los que como espumas de río nos mojan,
pero tu verbo
tu paradigma
tu sentir profundo
por la familia y el compromiso
son sello de oro
en cualquier instancia.



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