viernes, 14 de junio de 2013

Que sea mi hogar



Permíteme amor, vivir allí 
en el hogar tibio de tu corazón solitario 
nicho de ternura que abrigará mis huesos 
bajo la tenue lumbrera que dan tus ojos 
cuando me acurruco triste en el umbral de tus tonadas. 

Llego allí con los pies desnudos de falacias 
y de todo hilo que se invente cortinas sibilinas 
dejando ante la vista un cardumen de versos huérfanos 
con forma de mujer 
y otoños de eneros en la cara. 

Permíteme amor, que sea mi hogar
esas lindes tan privadas de tu alma, 
las que atisbo día a día entre renglones 
desde los altos cercados que imponen tus suspiros
y atrios con hojas cerradas a las lágrimas.

Escucho muy quedo notas de guitarra 
rasgadas por los índices de un espíritu rapsoda 
sobrevivientes a tormentas acaecidas en los ocasos, 
en taquigrafías intangibles, idioma de las huellas 
de sonrisas prístinas y de besos en cascadas.

¡Permíteme amor, que sea mi hogar 
la suave oración que baña tus mañanas!



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