viernes, 28 de octubre de 2016

Remembranzas





Se atropellan los colores en mis ojos al paso del transporte.  Las notas abstractas tañen en cadena con el regocijo del oído.

Cuántas horas, cuántos meses, cuántos años. Retorno allí por la misma carretera.   Un mar de verde y en las pinceladas cercanas, se encrespan los ramajes azotados por los vientos.  Aromas de nogales, eucaliptos, cipreses,  y un sinnúmero más de otros huertos, calan su perfume en mi ser, arriban los mugidos y las cascadas dulces que entregan de su seno, llenan recipientes con su manjar blanco.

Cerros, montes y potreros, invisten sus arcadas de esmeralda, páginas cromáticas saltan a la vista, trazos invisibles cuajan de matices mis pensamientos y se sumerge mi espíritu en la fragancia de mi adolescencia.

Solitaria, con el alma inquebrantable desnuda de bullicio, hundo mis pasos entre las calles melancólicas, rostros que surcan mis costados, edades que avasallan la alegría y la ilusión, apenas si perciben la lluvia del ocaso en mis cabellos.

Una calzada más y un rostro me devuelve en el tiempo, la sonrisa se pliega y los brazos se cierran en remembranza. Las voces y las risas quieren retratar treinta años de ausencia y silencio, aquella imagen afable, me devolvía a la del primer amor en la primavera de estudiante.


Las montañas como gigantes taciturnos, balbucen el silbido del viento, es hora del regreso, los pájaros acantonan su piar entre las ramas, crepúsculo que centella en la mirada y una frase que repica en el campanario de la razón:  “… mi hermano nunca se casó y regresa en noviembre a la casa…”



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