domingo, 4 de agosto de 2013

Epílogo



Vuelco los ojos incorpóreos
en este estadio donde admiro la lucidez
y la entelequia de los seres que me transponen.

Olimpo translúcido
cuando la carne era núbil y ahora,
corredores de osadía que se abren laberínticos
con inquietantes organigramas
que sostienen un paisaje.

Sin pestañas,
ellos advierten los surcos trajinados
por los arados ramificados
que se hincan con entereza,
recreando la falsa pupila
en los polícromos pañuelos
que cuelgan en mis espaldas
desde el génesis de mi linaje.

Corroboro
que algunos están desabridos de pigmento,
matices desperdiciados
por hendiduras egocéntricas,
y otros
cubiertos por el liquen de los escarpados
donde nunca hubo frutos jugosos
para paladares famélicos.


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