jueves, 3 de octubre de 2013

Al padre de mi hija I






Viejo nogal donde se esculpieron mis religiones,
tañe aún en su campanario 
el eco barítono de los vocablos
que otrora deslumbraran en mis mutismos,
abrigando sentidos universales 
a las sombras paradigmas de tus ramajes.

Adyacente soldado de mi corteza,
tu viandante bálsamo se destila hasta la sangre núbil
ungiendo frentes
en el silencio claustral de tus eras.

Deteniendo el paso en tus lindes amainados
santigüé mi corazón ante el vestigio de tu imponencia,
erizando mi alma desde ese invierno desnudo
que se acantila poco a poco en tus cúspides.



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