jueves, 3 de octubre de 2013

Al padre de mi hija II



Proscritos 
el discernimiento y la vanidad
cierran las hoj
as al punto de equilibrio
y los pasos inseguros 
trastabillan sobre sus recuerdos 
-crepúsculo de la conciencia-
cubre la mirada con una entelequia mortal 
sobreviviendo ese corazón de oro 
que se revela a la extinción del fuego 
del brasero que fue 
su escenario de vida.


Páginas de olvido se cuelgan en el año trece
y codificados en su bitácora 
las miradas y los perfiles
la musicalidad de las voces 
los vibratos de las risas
y en carpetas que solo él reconoce
los aromas que le usurpaban
pincelando en su alma 
besos hechos canciones 
fotografías que ahora se guardan 
en los anaqueles de su espíritu.


Fue el calor de los afectos 
navegando en sus caudales
el santo milagroso que floreció los ejidos
y esa sangre núbil tamizada entre mis fueros
escindió su mirada ausente
(indultando la tristeza y la erosión en la memoria) 
lloviendo besos filiales
los TE AMO almacenados
celebrando veintiún calendarios
de su joya favorita.


Fue el más grande regalo
que sin ser recibido entre sedas
con el timbre de su voz 
nos ratificó su amor 
mientras viva.



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