jueves, 3 de octubre de 2013

Un grito temporal





Tengo atravesado el tono de su voz

y aquellas lágrimas 
que bailaban en la cornisa de sus órbitas.

¡Oh!, 
si mi abrazo hubiese sido eterno

y si los mil TE AMO

coparan el ánfora que vacilaba resignada 
en el suburbio de su pecho...

me hallo desnuda de gracia 
para acallar la incertidumbre.

Si estas manos fueran peces de colores 
y saltaran milagrosos en su carne

reinventarían los instantes 
tejerían en su vientre
panales de azahares
en cada nicho
en cada hendija
en cada celosía
de esa esencia que se vicia 
y que anoche 
me abrazaba con afán.

Redobla en mi acústica
el tañido de su voz
y se opaca poco a poco 
el tamizado que limpia su sonrisa 
y su entraña 
irrumpe en el silencio
de un sueño que se esfuma
entre los días y los meses,
sin la esquela de la hora.

Me abraza el miedo 
y el mutismo 
galopa en rebeldía 
por los huesos que trastabillan,

confusión en la esquinas
cuando dobla su mirada

LE AMO TANTO

y apenas si podía
susurrarlo muy despacio 
con mi boca refundida en su cabello
y trenzando mi emoción
en el revés de su figura.


¿Podemos culpar al destino
de sus planos cerrados?

He labrado con mi boca 
y pincelado en las retinas la ecuación de mi vida

amasijo de carne 
de linfa y corazón
que ha dejado muestras con el sabor de las esencias
de huellas sucesivas, enero tras enero
llenando los bolsillos de rojas bayas
sanas y brillantes,
adoptándolas el mundo 
como esporas de ocales
sobre los lomos de las auras.


Y tú… pequeña

¿Qué puedo hacer para que germinen
las ansias de tu fe
de tu amor 
y de tu entrega?

¿Qué puedo hacer 
si la angustia acuchilla mi confianza
y el latido que me bulle
se aleja en procesión…?



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