Tengo atravesado el tono de su voz
y aquellas lágrimas
que bailaban en la cornisa de sus órbitas.
¡Oh!,
si mi abrazo hubiese sido eterno
y si los mil TE AMO
coparan el ánfora que vacilaba resignada
en el suburbio de su pecho...
me hallo desnuda de gracia
para acallar la incertidumbre.
Si estas manos fueran peces de colores
y saltaran milagrosos en su carne
reinventarían los instantes
tejerían en su vientre
panales de azahares
en cada nicho
en cada hendija
en cada celosía
de esa esencia que se vicia
y que anoche
me abrazaba con afán.
Redobla en mi acústica
el tañido de su voz
y se opaca poco a poco
el tamizado que limpia su sonrisa
y su entraña
irrumpe en el silencio
de un sueño que se esfuma
entre los días y los meses,
sin la esquela de la hora.
Me abraza el miedo
y el mutismo
galopa en rebeldía
por los huesos que trastabillan,
confusión en la esquinas
cuando dobla su mirada
LE AMO TANTO
y apenas si podía
susurrarlo muy despacio
con mi boca refundida en su cabello
y trenzando mi emoción
en el revés de su figura.
¿Podemos culpar al destino
de sus planos cerrados?
He labrado con mi boca
y pincelado en las retinas la ecuación de mi vida
amasijo de carne
de linfa y corazón
que ha dejado muestras con el sabor de las esencias
de huellas sucesivas, enero tras enero
llenando los bolsillos de rojas bayas
sanas y brillantes,
adoptándolas el mundo
como esporas de ocales
sobre los lomos de las auras.
Y tú… pequeña
¿Qué puedo hacer para que germinen
las ansias de tu fe
de tu amor
y de tu entrega?
¿Qué puedo hacer
si la angustia acuchilla mi confianza
y el latido que me bulle
se aleja en procesión…?
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