Solo basta colarme en su mirada
no pestañear
el dialecto que se dispara en este trecho
refracta el júbilo del aria en la afonía,
la risa
echa al piso la omisión de los labios
y rasga en centurias de liras
la eternidad de mi tristeza.
Hay tanto de sí
en las lindes mi afecto, la ternura
entre otras
profuso abrigo de su piel sin ojos
que abarca todos los huesos
intangibles
hace malabares con pies de experiencia
y sus ramificaciones de brazos decantan
enfermo frío.
Sin esquelas de llegada a la hora de
lo incierto
arriba en el tren de la tarde, fundido
en el ocaso
valija sin reproches
transparencias de su celo
y brinda la ocasión, con el vino de
los labios.
Tambalea el verso en la galería de los
folios
y su hombro se convierte en nido
para la alondra que tirita
tramados en el pecho, morada en las
tormentas
mantiene encendido el fuego
de la femínea ilusión.
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