sábado, 13 de julio de 2013

Nuestros silencios





¡Tu silencio! 
¡Mi silencio! 
pausas musicales en el latido de las voces 
de cada ser, 
como horma al zapato 
se ajustan a su dueño. 

El silencio 
es parte de uno mismo, 
es como la gripe 
que se oculta en nuestras fibras 
y en extrema condición 
germina y se impone con fatiga, 
nos inhibe 
de la armonía 
y la emoción. 

Los hay 
genéricos y por edades, 
mutismo para todos los estados de ánimo 
para el que está enamorado 
y para el que vive en soledad. 

Unos son 
como cuartos de menguante 
medio ocultos 
entre velados, 
asomándose de vez en vez 
bajo las redes de las pestañas 
en tibios manantiales. 

Hay silencios 
que les gusta vivir 
dentro de nuestros silencios más grandes, 
como el de la esperanza 
que reside en los seres donde hay luz 
donde hay amor. 

El silencio de la Fe 
que se arrodilla a los pies de EL y se crece 
necesita de ese otro callado misterio para existir. 

El silencio del beso húmedo 
el de la entrega 
el del sentir profundo 
el que se acrisola en la pasión. 

El silencio de las manos 
cuando éstas acarician… 
entibian 
enaltecen y honran, 
también 
porque transmutan 
el trabajo en alimento digno. 

El silencio del cautivo 
del maltratado 
el de aquél 
que no tiene oportunidad 
de exponer las razones de su mutismo, 
el de la intolerancia 
y del irrespeto. 

El silencio… que me trae voces 
las que se izan en mi sangre 
agolpándose en las liras de mi garganta 
y cubren el callado universo, 
asisten a mis notas 
arpegios que se difuman en la acústica de tus oídos 
y los absorbes. 

¡El de los muertos!, 
que aún fenecidos se perciben en sus huellas 
heredadas por los hijos, 
en trazos 
en signos 
o en costumbres, 
silencios hechos vocablos 
en versos y poesía. 

¡Tu silencio, mi silencio… nos ha unido! 













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