Hoy,
es un día de remates
y mi catálogo de ofertas
esta a la vista.
¿A quién le puede interesar
par de espejos convexos, aún húmedos
por la exudación pródiga de sus caracolas marinas?
Yacen protegidos con el enmallado natural
del color del carbón que les pulió su núcleo.
Si algún oído estuviera diligente
a escuchar el eco entristecido -de algunos versos-
dono la lira que se rasga en sus arpegios,
permitiendo escapar graves vagidos
descoloridos por la bruma
y ya casi…
yertos.
yertos.
Oferto
mi abrigo natural,
suave armiño del color de la canela
habituado a los fríos de montañas
y cuajado de fragancia de altiplanos,
reservada frescura de la nevera bogotana ,
guarnecido por algodones bien hilados
y adornados con encajes
de noche confundida.
de noche confundida.
Mis manos,
benditas manos que han amado
las que han escrito sentida poesía,
-ellas-
las entrego al sentir que se decida
recibir todo en un fardel de sueños a largo plazo,
-ellas-
serán resguardos
de sus bienes humanados,
esculpiendo en sus murales
un amor muy inocente.
¿Hay precio justo que se avale
por el tañer del campanario de mi pecho?
Solo lo entrego en custodia de mi sentir,
bajo palabra de un varón
y apostillado
con la huella recalcitrante de un beso,
leal y cálido en cualquier ámbito y tiempo
hasta la hora aquella
en que ante el huerto de las verdades
renuncie a su encargo,
con la pupila en levante.
Fijada la mirada….
en el último renglón
del inventario,
del inventario,
ese que corresponde
a mi alma sempiterna
¿Qué podría decir?
Si en lo alto de su esencia
ondea una bandera y en ella esta ceñida
el nombre del rapsoda
que le escribió versos por centenas
que le escribió versos por centenas
y ahogándose en sus signos
huyó despavorido
hacia el mar de las cayenas
hacia el mar de las cayenas
obnubilando su conciencia
y olvidando a esta mariposa mal herida.
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