Hay
magia en el aire y se aromatiza de rosas,
en los alaridos ciegos sentenciando un nombre
en lagos diamantinos bajo
esteros inconstantes
y en los lóbulos húmedos al
apostillar un beso.
Magia de los sueños
reclinados en las aristas
de los dedos que danzan
entre la mies de la vida,
en la imperfección del alma,
que antepone cercas
a los suspiros cansados,
que en la cornisa suplican.
Magia compungida por la
infelicidad de los acuarios
y en lenidad de huesos,
encienden las hornillas,
magia de la ambrosía acampada en las entrañas
aguardando un haz de luz,
que materialice el horizonte.
En el frío de montañas
plisando los bordados
acercando a los refugios,
calígines del pecho
en las sombras que caminan
verticales en los muros
y los miedos repentinos, al
endosar el orgullo.
Magia erudita del sexto
sentido
bendiciendo despedidas, con bostezo absuelto
emigrantes alados y nobles
mensajeros
ante la corte justiciera,
de nuestros propios tormentos.
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