viernes, 17 de mayo de 2013

Tú, mi amigo leal





¡Estás aquí!,


irrumpiendo con tu circular afecto,

diligente el arrullo golpea el tímpano
tornándose mi espalda, pared para tus brazos,
tu hombro, refugio tibio para el ave abatida que sucumbe
develando la faz sobre la cornisa
para tu boca que apostilla la frente,
acampando en mi espíritu
el latido que redobla en tus costillas.

¡Ay, amigo!

Tres lustros me han bañado tus pupilas
y persistes en tu lluvia,
con esa sonrisa que descuaja mis tristezas
e inunda mi garganta de jolgorios
cicatrizando las ausencias
luego,
haces fiestas en mis cabellos
trenzando con los dedos
el luto de su natural esencia.

Te conozco,
me conoces,
el empedrado que lleva el beso de mi andar
ha cruzado tu senda, muchas veces,
pero esa fe tan obstinada
ha sido testigo ante un domo fúlgido de vida
de un sentimiento eterno
leal a su estructura
y a la amistad simple
que respeta lindes
y nunca se antepone a la felicidad ajena.

Amigo
en alboradas de introspección
una oración volará hasta tus manos,
sombrilla ante el infortunio
y benefactora que resguarda
tu felicidad y éxitos.

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