domingo, 12 de mayo de 2013

Un ángel llamado María






Si hallara la balanza
que me enseñe lo que pesan sus afectos,

quizás, 
algún decámetro que mida su amistad
y despeje el área exacta de su diámetro,

o el ánfora que entrañe el volumen de su corazón,
y formule en litros un sentir tan alabastrino,

ese cristal que irradie el ímpetu de su mirada
inyectada de inocencia, en sus ochenta y tantos calendarios…

Pero…

¡No los hay!,

y no son necesarios.


Solo basta tener entre los brazos
esa colcha de suspiros y de sonrisas milagrosas,
aquella hecha de retazos y pincelada con agujas,
uniendo sus rectángulos
(diagramas de la vida)
por esas manos temblorosas
con dedos de crochet 
y ojos de panales.

La misma que ella zurció en horas de lluvia,
en duermevelas sin angustias y en la paz del alfarero,
enlazando cadenetas,
versificando aquel abstracto con colores de los cielos, 
del sol y de las selvas
y con ese calor de trópico que se exalta entre su linfa,
otorgándola con honor, 
con los susurros de su alma.

Yace ahora, 
colgada en horizontal en la galería de los sueños,
la que arroba mis ojos en su abstracto 
en amparo a la hija de su hija.

¡Hermoso tapiz de amor! 



que luego será tibio brasero
broquel de una oración
de un ángel llamado María.



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